-¡El Marqués Giuliano Sorrento!
Dos filosas dagas cruzaron fulminantes el salón y se clavaron en la impaciencia del recién llegado que buscaba con su mirada –altanera y estúpida- a alguien entre los invitados. Aquél que lo observaba era el barón Gustav Klavervhült, noble estoico, interpérrito y bravo, que recién se había enterado que Sorrento hablaría esa noche a su majestad para tratar algunos asuntos que le daban mala espina.
Desde la distancia Sorrento descubrió al barón. Sacó de la manga de su decorada guerrera un fino pañuelo de seda y lo agitó en el aire, como grácil paloma queriendo escapar de un campanario. La ira se apoderó de Gustav pero supo contenerse y disimular, y tal como se arquea una longaniza de ternera sobre las brasas, curvó los labios, forzando una gruesa y quemante sonrisa que no pasó desapercibida para una mujer que vio con malicia aquel intercambio de saludos: Astrid, la condesa sureña que colgaba en el tafetán de sus vestidos y en los bucles de sus dorados cabellos públicas nóminas de amantes palaciegos.
-Gustav, os veo tranquilo y risueño, propiedades extrañas en vos, que nos tenéis acostumbrados a la hostilidad, la amargura y al decir horrendo.
-Las máscaras que usamos esta noche en palacio, condesa querida, pretenden escondernos de las alimañas; lo cual veo con tristeza que por mucho afán que ponga, en vuestro caso, es causa perdida.
La mujer cerró de golpe el abanico, levantó su respingada nariz y dio la espalda al barón, que la vio alejarse, tropezando a propósito con los más apuestos jóvenes de la festividad. Klavervhült volvió su mirada al lugar donde había visto a Sorrento a quien no encontró por ninguna parte. Exploró ansioso con su vista todos los rincones del salón con resultados vanos. El marqués había desaparecido. Vio a un paje salir de un salón contiguo y abrirse nervioso el paso entre los invitados.
-¡Muchacho!
-¿Señor?
-Al marqués Sorrento, ¿le habéis visto?
-No sé quién sea, su excelencia.
-¡Un amanerado de peluca verde!
-La vuestra también es verde, barón.
-¡Pero la de él es verde limón, ¡granuja!
-¡Ah, Giuli! ¿Conque él es el marqués Sorrento?
-¿Dónde está?
-En el Salón Dorado, su excelencia.
Sin más, Gustav aligeró sus pasos hacia el Salón Dorado, donde ese mequetrefe le escucharía hasta la última letra del discurso, que no había preparado, pero que él improvisaría sin mucho esfuerzo.
Mientras tanto, Astrid hablaba con la beronesa Varónica, ¡no! Con la baronesa Verónica, gordita vivaz y divertida, que sin embargo, se aburría con los escasos y mediocres eventos de palacio que la dejaban muchas veces sin argumentos cuando tenía que compartir alguna charla con otros miembros de realezas extranjeras que como hoy, visitaban el palacio, para dar sus parabienes a otro año más de vida de su excelsa majestad.
-¿Que el infante Jacobo está enamorado de su eunuco Roberto?
-¡Verónica! ¿Sabéis lo que estáis diciendo?
-Entonces: ¿Qué la concubina del rey no tiene treinta sino sesenta años?
-¡Dios mío, qué escándalo!
-¿O que el viaje a Suiza de la princesa Karla fue para encubrir un aborto?
-¡Madre del cielo!
-¿Sabéis que la marquesa Olga entra secretamente a su alcoba al perro de su marido?
-¿A valiente, el setter irlandés que padece ceguera?
-No estáis en nada, condesa. Olga hizo pública la advertencia a su marido de no quererlo en la alcoba, pero como su majestad ha regalado un castillo en Córcega al mariscal, ella, por no dar su brazo a torcer pero ansiosa de la herencia, ahora lo entra y deja dormir secretamente en su alcoba.
-¡Qué deshonesta! ¿Puede haber alguien más interesada?
-Bueno, al final ¿qué ibais a contarme?
-...Lo olvidé.
-Si alguien menciona que sufrís amnesia no digáis que yo lo he contado.
-¡Ah sí! He descubierto que el marqués Sorrento y el barón Klavervhült están enamorados.
-¿Giuliano y Gustav?
-Los he visto mirarse apasionados y tirarse besos.
-Más aún: Giuliano ha ido al Salón Dorado y ha mandado a llamar a Gustav, con un paje.
-¡Ay Dios mío, Gustav! ¿Qué maneras son esas de asustarlo a uno?
-¿Creéis que no estoy enterado que tramáis hablar con su majestad para que reduzca mi salario?
-¿Yo? ¿A vos? ¿Y quién os ha dicho tal barbaridad?
-¿Lo negaréis aquí en mi cara?
-¿Pero negaros qué, corazoncito bravo?
-¡Que intrigáis en mi contra y soñáis con mi ruina! ¡Y no me habléis como a vuestros libertinos!
-Os juro que no, querido. Es más, si un día vuestra fortuna terminara, no dudéis que presta a vuestro auxilio iría mi mano a ayudaros, porque sabedlo, vos ¡sois mi hermano!
Gustav bajó su frente. Dos lágrimas se internaron en su espeso bigote, abrió los brazos y abrazó con fuerza a aquel marqués que la vida le devolvía como su hermano. Los dos: lloraron. ¡De repente! Las puertas del Salón Dorado, luminosa y alegremente se abrieron de par en par y entraron en tropel y alocados todos los nobles invitados que afuera esperaban el desenlace de aquel encuentro. Al ver la escena tierna de los dos hombres abrazados, unos sonrieron cálidamente, otros lloraron, hubo quienes también se abrazaron dichosos y en coro los animaron:
Hay secretos de familia que cuando todo se destapa te cambia la vida, otros sin embargo se van a la tumba, siguiendo engañado hasta el final de tus días. Un maravilloso relato, ameno y bien llevado, mis felicitaciones poeta.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo mi querido amigo, y mil gracias por pasar siempre por mi mundo de letras.
Las tìpicas intrigas palaciegas que o te amargan la vida, te la alegran o ninguna de las dos cosas.
ResponderEliminarNunca me han gustado los chismorreos, los dimes y diretes que tanto daño hacen. Las cosas claras, como el agua.
Besos Julio.
Eso de entrar secretamente a la alcoba al perro del marido es genial, has sabido imprimirle a esa frase tan presuntamente inocente toda la maledicencia con que, sin duda, fue dicha.
ResponderEliminarBesos
Las típicas intrigas del palacete. Contada con un humor que no te conocía.
ResponderEliminarMaravilloso!!!
Cariños…..
Buen relato histórico, lleno de ironía y con los personajes muy bien retratados. Final sorprendente, con el mensaje de que las cosas no son lo que parecen. Un abrazo.
ResponderEliminarbonito relato..las cosas de palacios y guerreros y caminantes ,todo eso me gusta mucho son unos relatos muy interesantes ...
ResponderEliminarfeliz domingo y un abrazo
Marina
clap, clap, clap, clap. Aplaudo y aplaudo la bajada del telón. Quiero que vuelva a subir y salgan los personajes a saludar...clap, clap, clap, me duelen las manos de aplaudir! No me extraña que tengas tantos premios de teatro! Consigues unos diálogos formidables, que llegan al público y le sacan una sonrisa, incluso alguna carcajada, pues con tu narrativa logras que vea la cara de la baronesa AStrid, cuando la baronesa Verónica le cuenta los cotilleos de la corte! se siente tan dramáticamente horrorizada la pobre al saber tantos chismes que se le olvida el de su propia cosecha!
ResponderEliminarY los dulces hermanos protagonistas tomados por toda la corte -que rápidamente escuchó e hizo caso del chisme de la baronesa Astrid-, por amantes en flor!!!
clap clap, clap clap, clap clap...no me canso de aplaudir.
Para cuando una obra tuya en Madrid? no quisiera perdérmela, amigo.
Besos y abrazos. Feliz Domingo.
muchas gracias Julio por tu visita y bonitas palabras
ResponderEliminarun abrazo
Marina
Wuau..!!! Todos tus relatos son impresionantes y no sabría cual de ellos escoger como mi favorito, este se lleva la palma, pero no menos que el otro. Jop... me lo pones difícil.
ResponderEliminarMi beso
Sencillamente genial, mi querida escritora...¡felicitaciones!
ResponderEliminarsaludos cordiales
Jjajajajajajajajajj.... No dejas de sorprender y con que brillantez! Eres de otra epoca? jajajaja
ResponderEliminarMe ha encantado.
Chapeau!
Un relato que me deja sorprendida por la calidad de tu escritura...esos personajes que hablan por si solos, un lujo de conversación.
ResponderEliminarY ese final sin esperarlo ha culminado mi placer por leerte.
Eres genial
Un abrazo
¡Excelente, Julio! jajajaja Tienes el don de meterte en los personajes hablando su lenguaje y adentrándote en sus pensamientos e intrigas; por ende, nos lo transmites de esa misma manera y logramos ser parte de las escenas topándonos codo a codo con cada uno de los personajes -hasta te diría que el pobre perro no vidente se escabulló entre nuestras piernas, jajajaj- Magnífico, una radiografía de una época entre miriñaques y rasos, aunque la humanidad no cambia; sigue siendo intrigante, sorprendente y singular. Cambiará la indumentaria, pero en todas las épocas y hogares se "cuecen habas" . Felicitaciones, Sr. Escritor !!!
ResponderEliminarJulio excelente, me gusta el corte dramático y me refiero a que podría convertirse en una obra de teatro, admirable y divertido estos asuntos de palacio y un estilo histórico muy interseante, me encanta, besos
ResponderEliminarcapaz como nadie, la lengua torna a vuestro antojo ora cine negro, ora lienzo decimonónico, y procura al lector juicio atento y turbado hasta el espolón.
ResponderEliminarexquisito y sorprendente.
gracias, julio.
un abrazo, sincero
Me encantan los libros de época,los dimes y diretes,los orgullosos caballeros,las "recatadas" damas, las intrigas palaciegas.
ResponderEliminarLo has bordado.
Besos.
Rosana Martí: Para mí es un placer nutrirme con tus artículos, poeta amiga. Un abrazo.
ResponderEliminarion-laos: Tienes razón, no son buenos los chismes ni las intrigas. Gracias por estar.
María: Si el Mariscal se enterara del "lenguetazo" habría serios problemas. Un abrazo.
Oriana Lady Strange: Gracias, querida escritora, gracias por venir a Hablapalabra. Un gran abrazo.
Maria Sanguesa: Toda la fábula es esa "aparente realidad" cuya verdad se mantiene escondida. Un fuerte abrazo.
Marina-Emer: Celebro que te gustara, poeta, en verdad me voy tranquilo. Que tengas una semana maravillosa.
ResponderEliminarMascab: Los personajes y el autor hemos salido al escenario de la emoción para recibir tus cálidos e interminables aplausos, amiga mía. Gracias mil. Cuando se presente algo mío en Madrid, ten la seguridad de que serás la invitada de honor. Mil abrazos.
Eva BSanz: También a mí, Eva, también a mí me cuesta decidirme por un favorito. Todos tienen su, digamos, encanto. Gracias por venir y quedarte.
ADELFA MARTIN: Gracias, querida, muchas gracias por la felicitación. Un abrazo.
aRbia: Soy de otras épocas, ando saltando en el tiempo y observando personajes. Gracias, amiga, y como tú dices ¡Chapeau!
ResponderEliminarPrincesa115: Tú eres genial, poeta, tú lo eres ¡ah, y los personajes, por supuesto! Un abrazo.
Diana Profilio: Gracias, señora escritora, por sus generosos conceptos, y sobre todo, por andar por ahí, entre los personajes ¡viendo y escuchándolo todo! Abrazos.
Mixha Zizek: Tengo la impresión, siempre la he tenido, que dando un pequeño giro a lo fabular de cada relato y cuento en Hablapalabra, pueden convertirse en obras de teatro. Por hoy los dejamos allí donde están. Mil gracias.
kynikos: Mi escritor amigo, te agradezco, en todo lo que valen, tus comentarios tan puntuales, profundos y generosos. Un abrazo grande.
Uka: Ya encontraremos más fábulas para satisfacer tu gusto, escritora amiga. Un fuerte abrazo.
Divertidísima disección de la aburrida vida palaciega.¿De otra época? Lamentablemente me temo que no habran cambiado mucho en las fiestas de los palacios contemporaneos.Unos diálogos brillantes, un final desternillante.
ResponderEliminarMe gustó mucho.
Clochard.
hola Julio,
ResponderEliminarcada vez me quedo sorprendida por tu capacidad enorme de narrar tus historias. Eres genial!
un fuerte abrazo^^