domingo, 4 de diciembre de 2011

Cacofonio

                       A Leticia, Daniel Eduardo Gómez y Alondra

En la Grecia presocrática, uno de los oradores más prominentes −y del que infortunadamente se tienen datos fragmentados− fue Cacofonio (Afonia, 640-618 a.c.) quien propuso el constante y continuo acento posterior en el discurso para proveer eco y reafirmación del mensaje no sólo en el interlocutor sino al interior del ocutor −que aparece antes que el actor en los festivales a Dionisios, aquel dios que dio ni si ni nos−.
De esta cuenta su famoso enunciado: “Porque el escrito estricto es crítico y no cítrico, de tal manera la madera no es nuez en su desnudez”, cobró mucha popularidad, seguidores e imitadores, mucho antes que los monistas y aléatas se alearan con los helenistas con quienes tuvo su primera confrontación al aseverar −Cacofonio− que las Eles de aquellos no eran tan listas, a lo que los helenistas respondieron con enjundia y vigor asegurando que Cacofonio lucía bajo su túnica dos pequeños átomos y una virgulilla y no lo que Natura manda.
No hubo entre los presocráticos un punto de encuentro en su búsqueda para explicar la realidad, y aunque todos orientados a la Naturaleza (Tales de Mileto y el agua, Anaximandro con lo ilimitado, Anaxímedes y el aire, Pitágoras y los números, Heráclito con el devenir y Parménides con lo inmutable), las diferencias fueron abismales y desgastaron el movimiento filosófico.
Por ello es importante Cacofonio al establecer que la palabra “en sí y por sí” constituye el único puente a través del cual se alcanza la realidad; pero sus antagonistas no le darían tregua y ya a sus diez años entablaría una larga discusión −que duró hasta sus diecinueve años− con Onoma Topeya (Tersaj, 641−504 a.c.) sobre el Logos (razón) y el Arjé (sustrato de las cosas y causa de la realidad).
Sostenía Onoma Topeya que todo es susceptible de abstracción, y ésta misma, proyecta la realidad al exterior, y que, en tanto no todos miramos la misma cosa en sí −por la diferente idea producida en la mente− su causa de ser proviene del observador. “Miradme la boca −decía los días de mercado agolpando a su derredor a los muchachos−, para algunos es un delicioso fruto de la naturaleza, para otros es admirable la disposición de carne y piezas dentales, otros curiosean con mi jugosa lengua, y más de alguno sentirá estertores al imaginar un simple beso. ¿Veis cómo vosotros creáis mi boca?”. Luego añadía presintiendo a su contendor cerca “¿Qué creéis vosotros que diría ese caco del verbo al que algunos admiran? Os diría: −Esa boca, qué loca sabrosa me toca”. Y todos se echaban a reír.
−Una boca de foca, una cueva que cuelga guijarros y sarro porque es bizarro que ve a los muchachos como un chancho −respondía en voz alta Cacofonio abriéndose paso entre los desnudos torsos de la varonil audiencia.
En cualquier lugar donde se encontraban entraban y allí sostenían frente al público un público y púbico encuentro verbal. Al ver lo cual, los padres de los pequeños filósofos afilaron su sofos y alquilaron una bonita casa para que la caza de sus discursos diera otro curso a sus inquietudes. ¿En qué ataúdes se mete las honras cuando se presente la hora? Nadie lo entiende, sólo se sabe que Cacofonio se separó de Onoma Topeya por una querella a los diecinueve.
Quizás estaba harto y sólo escribió un “hoy parto”, y se le perdió el rastro.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Erudita decadencia

                                              A Penyabogarde, Fray Berengario y Toro Salvaje


Estos son tiempos difíciles. El conocimiento perdió el rumbo y el lenguaje se retrajo a límites casi guturales. Ha triunfado la tecnología sí y se privilegia la impulsocracia, pero la ciencia, las artes ¡el humanismo! Casi han desaparecido totalmente. La incapacidad de raciocinio y logicidad es sorprendente.
Todo comenzó allá por el 2020 cuando nuestros académicos comenzaron a estudiar e investigar, pero no a partir del objeto en sí, sino de la teorización que sobre dicho tema se había producido. Teoría tras teoría, tesis tras tesis, postulado tras postulado, todo fue creando montañas ¡grandes montañas de teorías que ocultaron el objeto de estudio!
Ahora somos presa de la idiotez, el absurdo y lo grotesco.
Ahí tienen ustedes a Marc Dubois, quien por ser nieto de un Nóbel de Literatura tiene a su disposición y abiertos los pasillos académicos y las salas de conferencias en cualquier parte del mundo, y esto molesta a los pocos estudiosos serios.
Hoy hace un año de aquel escándalo en el que sostenía rigurosamente que el Neobarroco sólo había sido una parábola y que Góngora plagió estilo, semántica y discurso a Borges. Más adelante sostuvo una fuerte polémica con teóricos musulmanes al publicar un ensayo en el que aseguraba que Atila había copiado las tácticas de guerra de Osama Bin Laden. Pero ahora su nuevo libro: Prosopopeya Precolombina, es, para los entendidos y eruditos, el súmmum de la idiotez, al sostener Dubois que los Mayas, en un gesto salvaje habían copiado a los Ingleses el juego de la pelota.