Dedicado a don Juan Ojeda
Era cerca de la media noche. Afuera la tormenta se declaró con truenos, ráfagas huracanadas y un escandaloso aguacero. Ya enfundado en mi camisón y gorro había llevado hasta la cama un té de tilo y, al fin, me había decidido por dar lectura a Hablapalabra, antiguo libro que uno de mis antepasados había escrito y que nunca me llamó la atención hasta hoy, pero mi sorpresa fue mayúscula cuando llegué al primer relato y leí: “Era cerca de la media noche. Afuera la tormenta se declaró con truenos, ráfagas huracanadas y un escandaloso aguacero.”. Detuve la lectura y reflexioné en la extraña casualidad, sobre todo, con lo que leí después. “(…) Ya enfundado en mi camisón y gorro había llevado hasta la cama un té de tilo y, al fin, me había decidido por dar lectura a Hablapalabra, antiguo libro…”.
Me quedé estupefacto, y comencé a saltarme líneas “…de mis antepasados había escrito”. “La tormenta…”. “a saltarme líneas”. Algo estaba ocurriendo, pero eso era lo menos porque ya tendría razones para el asombro y la sorpresa.
Una retahíla de relámpagos azuló mi habitación, mientras un soplido frío apagó el candelabro. Hurgué en la oscuridad buscando la piedra de azufre y el mechero para encenderla pero unos potentes golpes en la puerta de calle, allá abajo, me hicieron saltar y botar el tazón de té, el libro y el candelabro. Los golpes eran insistentes y, como pude, encendí una vela. Busqué un garrote y, poniendo el candelabro en el piso y en posición, grité.
−¡Quién vive!
−¡Soy yo, animal! −Respondió el bromista, aunque su voz era la mía.
−¡Que cómo te acristianaron, baboso!
−¡Soy yo, Julio Díaz-Escamilla, tarado! ¡Me estoy mojando, desconsiderado!
Lancé el garrote al piso y corrí a quitar la tranca de la puerta y entré todo empapado. Cerré la puerta y me vi de cuerpo entero mientras escurría agua por todos lados. Dejé mi bolso en el piso y mi otro yo me pidió que no me moviera, que me quedara allí mismo para no mojarle su preciosa sala.
−¡Pero te das cuenta la sopa en que vengo hecho! −Me dije tiritando.
Con señas −porque no podía hablar− le dije que se quedara allí, y fui por una sábana y ropa seca ¡si hasta era del mismo tamaño mío!
Puse el camisón y gorro en el sillón y comencé a desvestirme tirando en un rincón la ropa empapada. Me volteé para no verme desnudo y cuando me hube cambiado, llevé la ropa mojada a tenderla al baño, luego fui a la cocina a preparar dos tazones de té.
−Así que tú eres yo −me dije, y arrugando el entrecejo como siempre hago me contestó.
−No, querido, yo no soy tú ¡tú eres yo!
−Bien −me dije−. ¿Y qué se supone que deba hacer ahora?
−Lo que hace un bien nacido −me contesté−. Preguntar que cómo estoy, que dónde he andado, que quién me ha dado señas de tu casa, que si he escrito últimamente, que si estoy cansado, y lo principal, para qué diablos he venido con semejante borrasca.
−¡Oye −le previne−! No tengo tanta memoria.
−Si no necesitas decirlo. Que se te ve en la cara lo… −Otros recios golpes en la puerta nos pusieron de pie. Cuando mi otro yo cogió el garrote y se puso en posición, pregunté.
−¡Quién vive!
−¡Soy yo, animal! −Respondió el bromista, aunque su voz sonaba igual a la de nosotros.
−¡Que cómo te acristianaron, payaso! −Preguntó mi otro yo.
−¡Soy yo, Julio Díaz-Escamilla, ineptos! ¡Me estoy mojando, inciviles!
Lancé el garrote al piso y corrió a quitar la tranca de la puerta y otro yo entró empapado. Cerré la puerta y me vi de cuerpo entero mientras escurría agua por todos lados. Dejé mi bolso en el piso y mis otros yo me pidieron que no me moviera, que me quedara allí mismo para no mojarles su preciosa sala. Y mientras, al parecer, el dueño de casa corría escaleras arriba, el otro yo me extendió un tazón de té y se alejó observándome como animal raro. Regresó el otro Julio con un camisón y gorro secos, así que les pedí que se voltearan los mirones y tirando la ropa mojada a un rincón me metí en la ropa seca.
−¡Y cómo le has dado mi té, granuja! −Le dije al otro Julio quien sonreía socarronamente.
−¿Tu té? −Preguntó el recién llegado− ¿Pero puede haber alguien más desconsiderado que tú? No sólo me he empapado para venir a dejarte un premio sino que tu preocupación es “tu té”.
−¡Eso es! −Saltó el otro Julio− ¡Sí, a eso he venido! A dejarte un premio.
Les pedí a los monigotes que se calmaran porque eran unos pulpos nerviosos abriendo sus bolsos y sacando unos grandes cuadros que casi los tiran al piso y rompen cuando unos escandalosos aldabonazos sacudieron la puerta. Les hice señas para que se callaran, pero el primero que había llegado alzó el garrote y me hizo señas para que preguntara.
−¡Quién vive!
−¡Soy yo, pelmazo! −Respondió otro yo allá afuera con mi propia voz.
−¡Que cómo te acristianaron, abusivo!
−¡Soy yo, Julio Díaz-Escamilla, torpe! ¡Me estoy mojando, inconsiderado!
Lancé el garrote al piso y corrí a quitar la tranca de la puerta y entré todo empapado. Cerré la puerta y me vi de cuerpo entero mientras escurría agua por todos lados. Dejé mi bolso en el piso y mis otros yo me pidieron que no me moviera, que me quedara allí mismo para no mojarles su preciosa sala.
−¡Así que ahora somos cuatro! −Les dije.
−¡Ve por un camisón y gorro, por favor, no seas tan grosero!
Corrí escaleras arriba y los volteé a ver, dos secos y un mojado.
−¡Vaya manada de ineptos! −murmuré.
Bajé con lo de siempre y ahora sólo había dos Julios, un mojado y un seco. Cuando se hubo cambiado, el primer Julio que llegó entró a la sala con dos tazones de Té y le dio uno al recién llegado y a mí me dejó con la mano extendida.
−Es tu casa. Tú puedes ir a la cocina a prepararte uno.
−Yo te fui a preparar un té a ti −le grité.
−¿Siempre eres tan cacofónico? −Dijo el Julio recién llegado sorbiendo su té y negando con la cabeza.
−A lo que vine −dijo el primer Julio−. Este premio te lo manda Midala.
−¡Midala! −Recordé−. ¡Es quien me llama “torero”! −Presumí.
−¡A mí es a quien llama Torero! −Fue la escalera de voces.
−Bueno, que es con mucho cariño de Relatos Cortos, y que espera que te guste y que lo cuelgues allá, en aquella pared.
Fui a colocarlo encima de la chimenea.
−¡Listo! −Dije y alcé el rostro− ¡Gracias Midala! ¡Muchas gracias!
−Pero no te pases de listo. Tienes que entregar este mismo premio a cinco amigos. Así que aquí te traigo la lista… Para el listo −añadió sonriendo.
La leí y sonreí al ver nombres que indudablemente yo mismo hubiera elegido.
GALA (Galatea y el efecto Pigmalión)
MARÍAROSA (Cuentos y Poesías)
DORIS DOLLY (Estrella solita, con amor)
LOLI SALVADOR (Las cien puertas de Eunate)
LAPISLAZULI (Pensamientos con Lapislazuli)
Después de esto el segundo Julio me extendió un cuadro con un corazón.
−Este te lo manda Simplementeyo.
−¿Tú te mandas a ti mismo para traerme un premio que tú me das?
−¡Simplementeyo! De ¿Naciste en los años 60?
−¡Ah! Simplementella. ¡Habla bien! −Se lo quité y fui a colgarlo en otra pared −y al regresar, también este Julio tenía un listado.
−A ellos has de entregárselos −y leí sonriendo.
TOWANDA (Mi modo de ver la vida)
MIDALA (Relatos Cortos)
PILIMªPILAR (Autocare de Miramare)
MARIBEL CANO (El rincón de mis sueños)
FRANCISCO ESPADA (Días de aplomo)
Alcé mi vista al techo y grité ¡gracias, Simplementeyo! Finalmente el Julio recién llegado y más sonriente con el té en la barriga me extendió el otro premio.
−Este te lo manda Lore, de Amaneceres, la poeta.
−Perfecto −dije recibiéndolo y mandé al primer Julio a colgarlo en la pared.
−Y a estos amigos quiero que se los entregues.
Por supuesto que iba a reclamarle y sugerirle que no me diera órdenes pero el listado me arrancó una sonrisa.
QUINO (El Parapeto)
CLOCHARD (Actos invisibles)
TORO SALVAJE (Toro Salvaje)
CHELO (Pasatiempo)
NERIM (Cajón secreto)
Ya que todo estuvo hecho y dicho los mandé a dormir al corral y les di unas frazadas, por supuesto que todos me miraron con unos ojos como si fueran los míos. Demás está decir que al siguiente día los tres ya se habían ido y fui a la sala a sonreír por mis premios viéndolos adornar mis paredes, entonces regresé a la habitación por el libro Hablapalabra y busqué el relato que interrumpí la noche anterior y casual, coincidente o extrañamente, el dicho relato terminaba con este mismísimo punto.